jueves, 19 de agosto de 2010

Adiós amor...

Gritar, gritar a los cuatro vientos que quiero ser feliz. Que con ansias deseo recuperar la mentalidad y el pensamiento de una inocente niña. Cantar bajo la lluvia y bailar en la nieve. Dudo de si algún día volveré a poner en práctica todas estas cosas. La felicidad es como el viento, va y viene. Este tipo de viento ha querido darme un pequeño escarmiento, se fue, se fue para no volver hasta dentro de un tiempo. Bendito aquel que nunca tuvo desengaños, aquel que nunca vió sus sueños escapar de las manos, aquel que nunca derramó una lágrima por nada que no pudiese considerarse una tontería, aquel que puede decir con voz clara que ha sido feliz en su vida. Los recuerdos, son sólo recuerdos y recuerdos se quedarán. Es inevitable recordar esas bonitas etapas en las que me levantaba con una sonrisa de oreja a oreja porque sabía que teniéndole a él, lo tenía todo. Inevitable recordar, inevitable, como una chispa que cae sobre gasolina.
Tal vez me equivoqué, tal vez no fue ese el buen camino a elegir, pero ¡¿y qué sé yo?!. Oportunidades las que se presentan a lo largo de la vida, ésta fue una mala oportunidad, no debería haberla aprovechado si iba a tener su fin. Pero ya esa etapa terminó, es dificil poner fin a esa etapa cuando todos sabemos que enamorarse es inevitable, pero con esfuerzo, cumpliré esa promesa de no volver a enamorarme hasta dentro de muchísimos años. Poco a poco y con el paso del tiempo, me voy dando cuenta de que enamorarse es la equivalencia de sufrir, por algún motivo u otro, se sufre y yo creo que siendo como soy no merezco sufrir y menos con quince años de edad. 
Aquí me despido del amor. Todo lo que hice por salvar esa nube de la gran tormenta, no sirvió de nada.
Por tal razón, abandono.

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