lunes, 11 de octubre de 2010

La pasión despierta cada poro de su piel...

En la oscuridad se besaban en la nariz, en la boca, sobre los ojos, y él le acariciaba la mejilla a ella con una mano que salía de entre las sábanas y volvía a esconderse como si hiciera mucho frío, aunque los dos estaban sudando; después él murmuraba cuatro o cinco palabras, vieja costumbre para volver a dormirse y ella lo sentía aflojar los brazos, respirar hondo, aquietarse. Ella quedaba acurrucada sintiendo el dulce latido de su corazón hasta que el sol entraba por la ventana e iluminaba sus caras para así despertarlos.

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